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Alguien afirmó una vez: “Mientras más conozco al hombre, más quiero a mi perro”, sentencia tal vez inspirada en la observación de este animal inteligente que pese a estar dotado de conciencia de sí mismo con mente, voluntad y emociones y de percepción del mundo, a través de sus sentidos y conciencia de Dios mediante su espíritu, en reiteradas oportunidades actúa en forma idéntica a la del resto de compañeros inferiores de su escala: Guiado sólo por sus instintos, olvidando que por encima de ellos tiene algo que los cristianos llamamos alma (mente, voluntad y emociones ) y en nivel superior.

El espíritu que viene a constituir el soplo especial de vida con que Dios dotó al hombre como ser viviente y como verdadero canal de comunicación con él, por ello, vivir toda una vida en esta tierra para tener un final idéntico al de un perro que muere atropellado en una autopista; sería realmente un verdadero desperdicio sin sentido alguno.

Los cristianos creemos y afirmamos que tras esta vida terrenal hay otra, sin las limitaciones y congojas de este cuerpo terrenal, el Apóstol Pablo describió esa resurrección a la otra vida con las siguientes palabras: “Tal vez alguien me pregunte: ¿y cómo volverán los muertos a la vida? ¿Qué clase de cuerpo tendrán?” ¡Qué preguntas más tontas! Para que una planta crezca, primero tiene que morir la semilla que fue sembrada. Lo que se siembra es una simple semilla de trigo, o de alguna otra cosa , muy distinta de la planta que va a nacer (Símil gráfico es la caraota que pone el muchacho en su tarea escolar en un algodón húmedo para observar cómo a partir de ella se genera una planta nueva, esa, una vez nacida se desprende de la semilla original desechándola, en el caso humano queda claro: No renace el envoltorio de carne que se corrompe y destruye, sino su contenido espiritual, dando paso a un nuevo cuerpo). A cada semilla, Dios le da el cuerpo que quiere darle. No todos los cuerpos son iguales.

Los seres humanos tenemos una clase de cuerpo y los animales tienen otra clase (es preciso decidir…. ¿cuál es la suya?). Lo mismo pasa con los pájaros y los peces. Hay también cuerpos que viven en el cielo y cuerpos que viven en la Tierra.

La belleza de los cuerpos del cielo no es como la de los cuerpos de la Tierra. El brillo del sol no es como el de la luna y las estrellas, y aun cada una de las estrellas tiene un brillo distinto. Así pasará cuando los muertos vuelvan a la vida. Cuando alguien muere, se entierra su cuerpo, y ese cuerpo se vuelve feo y débil. Pero cuando esa persona vuelva a la vida su cuerpo será hermoso y fuerte, y no volverá a morir. Se entierra el cuerpo físico, pero resucita un cuerpo espiritual. Así como hay cuerpos físicos, también hay cuerpos espirituales. (1 Corintios 15: 35-44).

Hay un paralelo espectacular y grandioso entre la semilla de caraota que muere y se desecha para dar origen a una nueva planta y la muerte física del hombre: La semilla que muere tiene aspecto opaco y feo, en cambio la nueva planta es bella, fuerte y llena de vida, igual sucederá con el hombre moribundo y su nuevo cuerpo glorificado.

Autor: Helmut Schatte
Escrito para: Pluma Cristiana y Ministerio Vivo Para Cristo

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