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Los materialistas definen al hombre como una “maquina perfecta” que cumple con todas las características de funcionamiento en cuanto a cargar combustible, procesarlo y desechar residuos, con la connotación muy especial de auto repararse, olvidan un “pequeño detalle”: esa “máquina” tiene sentimientos, voluntad e intelecto, tiene un soplo de vida, muy distinto a cualquier robot, computadora ni nada construido por mano humana para efectuar un determinado trabajo.

El hombre posee un intelecto que le plantea preguntas que nunca una máquina se haría, como ¿quién soy?, ¿para dónde voy?, ¿ de dónde vengo?, luego de encontrar su identidad empieza a construir una visión propia del mundo, para lograrla se traza una misión, de allí conduce eso de entender el entorno, estudiarlo, trabajar para aprovecharlo y asociarse con otros hombres en lo que llamamos sociedad, para ello se debe incluir en el proyecto a otros hombres, cuando algunos creen que han “descubierto el agua tibia”, ese reclutamiento de hombres puede implicar el uso de la fuerza, eso lo hemos visto desde las comunidades más primitivas que buscaban otras tribus para esclavizarlas, pasando por la “Santa Inquisición”, hasta proyectos políticos que desean “salvar” a los compatriotas aunque sea en contra de su voluntad, como me confesó alguna vez un funcionario cubano: “¿acaso las revoluciones no parten de minorías?, el revolucionario tiene la obligación de salvar a sus conciudadanos de la explotación del hombre por el hombre lo quiera o no”.

Existió un proyecto que duró 74 años: la Unión Soviética, caracterizada por la búsqueda de un sistema igualitario, que pudo tener ventajas en lo referente a un standard de vida mas parejo, pero imponiendo el modelo a punta de tanques y fusiles como en Alemania del Este, Polonia, Checoslovaquia y Hungría y otros países balcánicos, para finalmente derrumbarse debido al crecimiento del empobrecimiento, la corrupción crónica, la burocracia y las prebendas groseras de la clase dirigente, los rusos siempre alegaron “querer salvar a los pueblos”, pero solo consiguieron un gigantesco zoológico humano donde la población vivió enjaulada tras la llamada “cortina de hierro”.

El hombre, verdadera paradoja, cree poder cosechar lealtad y amor mediante la fuerza, ese es el gran error de algunos que se creen líderes: un buen líder, un buen amante, un buen amigo, interpreta voluntades, no las obliga, primero es servidor a carta cabal, no un perseguidor.

El amor es el ingrediente principal en toda relación humana, “amor a la fuerza” no da otro resultado que no sea rechazo, ni Dios con todo su poder obliga a su proyecto, más bien envió su propio hijo al sacrificio, para pagar nuestras deudas, no vino a imponer , sino a servir y sanar, a dar ese amor perfecto que hace todo posible, las palabras del propio Jesús así lo señalan : “Porque de tal manera ha amado Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (San Juan 3:16.)

Autor: Helmut Schatte
Escrito para: Diario El Tiempo, Pluma Cristiana y Ministerio Vivo Para Cristo

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