Firefox

Rss

“Aunque mi padre y mi madre me dejaran,
Con todo, Jehová me recogerá.” (Salmo 27:10).


Todos los seres humanos en algún momento de Nuestras Vidas hemos experimentado una pérdida. Es parte de la vida. Es la parte que no nos gusta e incluso tememos muchas veces y no quisiéramos experimentarla nunca. Pero todos sufriremos tarde o temprano pérdidas.

Puedo decirles, por experiencia propia, que al momento de una perdida nos sentimos como si una luz dentro de nosotros se hubiese apagado y nada la puede hacer encender de nuevo excepto la devolución o restauración de lo que ya no existe. Deja un inmenso vacío en nuestro corazón. Me cuesta explicarles lo que se siente realmente, pues solo los que han experimentado una perdida dolorosa pueden entender verdaderamente lo que les escribo. Pero aún si lo que se ha perdido no puede ser recuperado jamás, la parte de nuestra vida que ha muerto como resultado puede vivir otra vez. Cuando caminamos a la luz del poder restaurador de Dios, Él puede aliviar nuestro dolor más profundo, sanar cualquier herida y llenar los espacios vacios de nuestro corazón.

Durante los tiempos de pérdida, ya sea la muerte de un ser querido, una enfermedad, una herida sentimental, un divorcio, un hijo rebelde, el fin de una relación, la situación económica, sentimos dolor porque hay algo o alguien que amamos que ya no es parte de nuestra vida. Nuestra vida quizá se encuentra completamente destrozada, no es la misma que teníamos antes de atravesar por la situación actual. Ahora es diferente nuestra forma de ver la vida debido a la pérdida sufrida. En muchas ocasiones estas pérdidas nos afligen tanto que nos preguntamos si podemos sobrevivir, y si lo logramos. Yo muchas veces me preguntaba: ¿Sentiré alguna vez algo que no sea dolor? ¿Sufriré para siempre? ¿Volverá mi vida a ser normal de nuevo?

En medio de tato dolor aprendí a no abrazar la pérdida sino a dejar que Dios colocara sus brazos alrededor de mí. Pues quien mejor que Él conoce verdaderamente nuestro dolor, Él sabe que usted y yo sufrimos y Él le dará consuelo con Su Presencia y será bálsamo de amor para sus heridas. Si nos proponemos a caminar cada día paso a paso con Dios, con el tiempo, ese dolor que hoy parece no acabarse nunca va a disminuir, y usted podrá conocer nuevamente la felicidad.

Cuando sucede una tragedia es normal sentir que la vida se detiene, pero en realidad lo que se ha detenido es la vida que usted vivía o como usted la conocía. La vida sin lo que se ha perdido continúa avanzando, aunque todavía no lo pueda ver. Aún cuando es muy difícil imaginarse el futuro, pues la sanidad y la restauración de nuestro ser comienzan a hacerse reales. No siempre se va a sentir así, pero esto terminará. Puede ser que la pérdida sea repentina, pero el paso a su nueva vida debe hacerse poco a poco.

En tiempos de pérdida mire hacia arriba y tómese de la mano de Nuestro Padre Celestial. Él está deseoso de llevar sus cargas. Busque los brazos de Dios y llore abrazado a Él, cual niño en los brazos de su padre, aún cuando usted piense que las lágrimas nunca se acabarán siga llorando y derrame su corazón delante del único que es capaz de convertir un momento tan difícil y doloroso en un momento de paz, de alegría y en una oportunidad de alentar y animar otros que atraviesan la misma situación.

“Has cambiado mi lamento en baile;
Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría” (Salmo 30:11)

Autora: Lidia Tapisquen
Escrito para: http://blog.vivoparacristo.info/

0 comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dedicar un momento de tu tiempo para Comentar este tema.

Los comentarios ANONIMOS NO serán aprobados.