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Como universitario me tocó fungir como representante minoritario en una Federación de Centros infestada de izquierdismo, allí por cualquier causa, por fútil que fuese, se proponía la protesta callejera, la solo idea me ponía en guardia pues mis principios me inducían a respetar el orden público y la autoridad. El punto flaco de toda manifestación pública siempre fue la imposibilidad de poder contar con la seguridad de no tener en las filas estudiantiles algún infiltrado que sin previo aviso atacara una vitrina de un comercio o lanzara una piedra contra la policía, podría tratarse de un fanático “de los nuestros”, de un radical de los llamados “tiburones de la política” que se ceban con la sangre que prende la mecha de un conflicto mayor, o también podría tratarse de alguien del extremo opuesto que busca solo justificar e inducir la represión policial.

Los infiltrados están en todas partes, en nuestras vidas privadas algunos tienen cara de debilidades, otros de tentación a hacer lo malo, pero sea en lo personal como en lo colectivo, hay un tipo saboteadores rara vez identificados, que no usan palos ni garrotes, ni agresiones verbales ni física, esa especie es mucho mas dañina y a la vez mucho mas camuflajeada, son chismosos malintencionados o tontos útiles que buscan popularidad sembrando rumores que determinan reacciones, sean violentas, de terror, de impotencia o sencillamente disuasiva, usando como herramienta la mentira o eufemismos que la esconden.

Recuerde usted las guardias nocturnas durante la huelga petrolera del 2002 motorizadas con la amenaza que durante la noche vendrían los “Círculos Bolivarianos” a saquear; eso nunca pasó, ¿de donde salió el rumor?, ¿de cual lado emanó?, ¿a quien benefició? La peor arma en contra del hombre es la duda y nos están minando de ellas.

En la actualidad coexistimos con la mentira, esa difícil de identificar, esa que lanzada por algún mentiroso, conciente o involuntario, que infiltrado como amigo, como compañero, como colega, incluso como hermano, logra con sus cuentos mantenernos en ascuas y nos lleva a desconfiar de todo y todos. La única salida segura que nos queda es apelar a la verdad de Dios, esa mayoría que se dice cristiana; evangélicos y católicos que constituimos mayoría, si de verdad creemos, debemos mostrarlo con hechos, en este terreno lo mas importante es “seguir el manual del fabricante”, antes de crear alarma, inquietud o temor, actuando como infiltrado que las siembra, recordemos que antes que de obedecer a hombre es preciso obedecer a Dios, y que El en su palabra nos recuerda: “Y lo mismo pasa con nuestra lengua. Es una de las partes más pequeñas de nuestro cuerpo, pero es capaz de hacer grandes cosas. ¡Es una llama que puede incendiar todo un bosque!. Las palabras que decimos con nuestra lengua son como el fuego. Nuestra lengua tiene mucho poder para hacer el mal. ¡Puede echar a perder toda nuestra vida, y hacer que nos quememos en el infierno!” (Santiago 3:5-6).

Autor: Helmut Schatte
Escrito para: http://plumacrsitiana.wordpress.com y Ministerio Vivo Para Cristo

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