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Palos porque no bogas, refrán popular, imagen de la realidad humana: nunca existirá la unanimidad absoluta de opinión, siempre habrá algunos que dirán “¡que malo, no me gusta!”; así somos los hombres, aquí surge el dilema de la convivencia en sociedad. La gran mayoría dice que esto lo resuelve la democracia, pero como todo lo que es de este mundo: no todos ven esa democracia bajo los mismos conceptos.

La democracia parece ser un estado utópico para el ser humano: hay quienes piensan que con un fusil en las costillas todo marcha bien, otros afirman que para ser verdaderamente libres es preciso llevar la libertad hasta el extremo, hasta el homosexualismo, aborto y drogas. Hay quienes ponen los derechos individuales por sobre los colectivos, en oposición están los que piensan que los derechos del individuo deben someterse al colectivo, los primeros pretenden instalar la ley de la selva, o sea la del más fuerte, los segundos un verdadero zoológico humano donde los administradores determinarán cómo y dónde vivirán las especies enjauladas, entonces… dónde queda el equilibrio?

Hace algún tiempo hablaba con el director general de la Alcaldía de Urbaneja sobre la necesidad de imponer sanciones fuertes a los “gamberros” del tránsito que tragan luces rojas y comen flechas, que no había que esperar a que hubiese un accidente fatal de envergadura. En efecto, esa alcaldía acaba de anunciar fuertes multas para los infractores; de inmediato no faltó quien corriera a criticar las medidas, precisamente hoy un colega de trabajo se me acercó con una solicitud airada: “tú que escribes, pon ahí que no nos gusta la medida, pues hay policías que tras confundir un rasquido de oreja con hablar por celular, proceden a recordar la multa en unidades tributarias, para posteriormente ofrecer tregua a cambio de cien bolívares”. No tengo constancia sobre lo anterior, de lo que sí tengo certeza es que nos movemos entre extremos.

El domingo el Presidente habló sobre la cerveza y el cigarrillo, nadie niega que ambos vicios pueden conducir a la muerte, ¡de acuerdo! pero con prohibir la cerveza y los cigarrillos no se elimina el problema, si eso fuese así, entonces habría que prohibir la comida para impedir la obesidad, el sexo para evitar el sida, las enfermedades venéreas y la disolución de familias, abolir el dinero para que nadie robe, todo esto equivale a “vender el sofá para que la mujer no engañe”.

¿No sería mejor decretar que todo el mundo sea cristiano? así nadie mentiría, ni robaría, ni mataría, ni fornicaría, ni calumniaría, ni criticaría, ni chismearía... ¡que maravilla! pero… ni siquiera Dios, pudiendo hacerlo, lo hace, el mismísimo Dios prefiere que el hombre, en la libertad que le dio, escoja seguir el camino del bien que lo conduce a Él, o tomar el camino del mal que de seguro lleva directo a la gran paila.

Sólo Dios es perfecto equilibrio, seguir a hombres conduce al error. Por ello: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. (Hechos 5:29).

Autor: Helmut Schatte
Escrito para: Ministerio Vivo Para Cristo y Diario El Tiempo

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