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En el uso cotidiano de nuestro lenguaje solemos usar equivocadamente ambas palabras como sinónimos, sea por vanidad o por interés, no es raro oír a quien se pavonea: “Soy amigo del jefe”, para dejar constancia de poseer influencias, para abreviar un trámite o conseguir una prebenda; en criollo: “Tengo una buena palanca”. De forma similar pareciera que el ser amigo de alguien famoso nos diera un estatus especial que los demás deben alabar.

La verdadera amistad no se construye sólo con encuentros frecuentes, como sucede con los vecinos, compañeros de trabajo o estudios. Obtener el título de “amigo” requiere de una trayectoria, la cual traerá como consecuencia algunos lazos que harán posible construir eso que llamamos amistad.

Para ser conocido, basta con identificar a un individuo por su cara o su nombre. Eso representa el primer paso en la vía para ser “amigos”. La amistad es un lazo más allá del identificar físicamente a una persona. El diccionario la define como: “Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Podríamos llenar muchas páginas buscando connotaciones e implicancias, pero por razones de espacio sólo analizaré lo expresado por el diccionario.

Primero está el “ afecto personal”, más que de simpatía habla de una relación de amor puro y desinteresado, bidireccional, o sea que para que exista al menos deben existir dos individuos, bastaría que uno de ellos renunciara a tal condición para que el lazo se rompa, por lo que la reciprocidad es prerrequisito. Nace y se fortalece con el trato, sin trato continuo no hay crecimiento, sin mayor conocimiento e intimidad no hay fortalecimiento, igual como toda relación humana necesita alimentarse para prosperar. Yo agregaría como “cosecha personal” que entre los ingredientes que faltarían por mencionar están la confianza y lealtad mutuas.

Los hombres necesitamos tener amigos, somos sociables por naturaleza, por ello sabemos que los amigos pueden definirse como elementos fundamentales para una vida humana de calidad, para apoyarnos y apoyarlos, para ayudarnos y ayudarles, para celebrar y lamentar, para pedir consejo darlo, para querer y ser queridos.

¡Qué lindo es tener muchos y verdaderos amigos!. Si esto es bueno con hombres finitos, ¿cómo sería de bueno ser amigo de Dios?

Muchos dicen conocer la existencia de Dios, pero, ¿cuántos pueden decirse verdaderos amigos de él? El apóstol Pablo comentó en Atenas: “Mientras caminaba por la ciudad, vi que ustedes adoran a muchos dioses, hasta encontré un altar dedicado "al Dios desconocido". Pues ese Dios, que ustedes honran sin conocerlo, es el Dios del cual les hablo. Es el Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él; es el dueño del cielo y de la tierra, y no vive en los templos hechos por seres humanos. Tampoco necesita la ayuda de nadie. Al contrario es quien da la vida, el aire y todo lo que la gente necesita” (Hechos 17: 23-25).

¿Qué espera?; usted tiene un aliado muy cercano a Él, su nombre es Jesús.

Autor: Helmut Schatte
Escrito para: Ministerio Vivo Para Cristo

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