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Si en algo tuvo razón Carlos Marx en el desarrollo de su teoría económica , fue en afirmar que al hombre lo mueven sus intereses individuales, o sea el lado oscuro del egoísmo, ese que nos dice: “primero yo, segundo yo y tercero yo”. Esto opera a todos los niveles sociales y económicos, casi se podría decir que nace con el hombre pues aprende a manipularlo desde bebé cuando manifiesta en forma por demás locuaz “este juguete es mío y de mas nadie”. ¿Instinto de conservación?, sea de integridad física o de propiedad, existe.

Marx, en una óptica enjuta vio a la sociedad solo como un ente económico dentro del cual el hombre interviene como capitalista o como mano de obra, y en ese mundo cruel los intereses del capitalista se contraponen a los de los trabajadores a los que prefiere llamar “proletarios”, resuelve ese conflicto mediante lo que él llama la “lucha de clases”, en la cual el proletario desplaza al capitalista en la producción de bienes, no para ser otro propietario, sino para que los dueños supuestamente sean todos los proletarios, pero ese “todos” personificado por “nadie’, por lo cual quien representa a “todos” es el caudillo de la revolución o, en el mejor de los casos, “el cogollo” de la burocracia gubernamental. Pareciera sencillo y fácil de llevar a cabo, pero “del dicho al hecho; hay mucho trecho”, la práctica presenta muchos problemas, para empezar que eliminando el sentido de propiedad del individuo y pasándolo a “propiedad de todos”, o sea a nadie, se pierde el incentivo de progresar y se gana la inercia del estancamiento, ya que al fin y al cabo “¿para qué romperse la espalda trabajando si de todas maneras se va a ganar lo mismo?, ¿para qué aspirar a premios materiales si eso no es bien visto?, ¿quién cuidará los activos de la compañía si ellos son de “nadie”?

Desde los principios cristianos tal visión es incompleta, por materialista y por ignorar algo que hace al hombre distinto: su espíritu, su vocación de libertad que se rebela contra todo “zoológico humano” que desee esclavizarlo, la vida no se resuelve expropiando, expulsando, relegando, con violencia, despojo, con nueva versión criolla del “quítate tú para ponerme yo”, así no hay solución estable, la única que propone la paz y justicia es la del amor que el propio Jesucristo nos vino a enseñar (San Marcos 12:30-31).

¿Amor?, dirá alguno: “eso es imposible; simple teoría que nunca se hará realidad con hombres imperfectos”. ¡De acuerdo!, el hombre no es perfecto, por ello es que Jesucristo nos llamó a buscar la perfección, ¿dónde? ¿en las cosas materiales? ¡por supuesto que no! esa se busca donde hay perfección, en la Trinidad de Dios Padre, Dios hijo, Dios Espíritu Santo.

Tenemos ante nosotros la llamada Semana Santa, que la mayoría transforma en semana de juerga. Esta es una buena oportunidad para volvernos a Dios y preguntarle hasta dónde lo ignoramos obedeciendo con fervor a hombres que solo hablan de cosas materiales, ignorando a él que nos dio un espíritu para ofrecérselo como morada.

Autor: Helmut Schatte
Escrito para: Ministerio Vivo Para Cristo y Diario El Tiempo

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