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El acero no es un elemento que se encuentre libre en la naturaleza, su producción se origina a partir del hierro. El hierro es el metal de más alta presencia en la tierra, aunque rara vez se puede encontrar en estado puro por su tendencia a oxidarse, característica que lo vuelve vulnerable ya que es conocido el alto contenido de oxigeno en nuestra atmósfera, como también es sabido que el hierro al oxidarse pierde su resistencia mecánica y lo reduce en su última etapa a simple polvo. El hierro se refina desde su estado natural mediante métodos que usan altas temperaturas, una vez obtenido, para obtener acero se le somete a un procedimiento por medio del cual se elimina el exceso de carbono. El acero es un material muy noble que se presta para múltiples aleaciones según las características que se deseen incorporar, sean estos aceros para la construcción, para fabricar herramientas, maquinarias, para moldear y fundir piezas, para alta resistencia, y por supuesto acero inoxidable, este se obtiene al agregarle como aleación un 12% de cromo.

El acero inoxidable adquiere entonces prácticamente una característica de metal noble, como el oro y la plata, la propiedad de no oxidarse al contacto del ambiente natural; veo en este acero inoxidable un curioso y símil paralelo con la existencia del hombre.

San Agustín afirmó que el hombre nacía de naturaleza “depravada”, la palabrita, bastante dura, significa: “demasiado viciado en las costumbres, corrupto”. Costumbre se define como: “Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por la tradición o por repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto”, me pregunto: ¿cuáles hábitos o costumbres puede traer un bebé recién nacido?, ¿no es acaso el recién nacido, criatura perfecta, copo de nieve inmaculado que no ha tocado tierra, trozo de hierro no oxidado?, ¡trozo de hierro no oxidado!, pero sin protección contra el oxido del pecado, hierro puro que al contacto con el medio ambiente se va oxidando, que de no tomar medidas específicas puede degradarse para terminar siendo solo polvo de óxido de hierro. ¿Cuál sería entonces el camino para no oxidarse?... ¡fácil!: transformarlo en “acero inoxidable”, eso no será precisamente mediante un alto horno, la propia Biblia habla de la refinación de los escogidos: “y acontecerá en toda la tierra, dice Jehová, que las dos terceras partes serán cortadas en ella, y se perderán; mas la tercera quedará en ella. Y meteré en el fuego a la tercera parte, y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba al oro.” (Zacarías 13:8-9). Este fuego no quema pero si purifica, en los tiempos de Zacarías no conocían el acero, mucho menos el inoxidable.

Se dice que el hombre es de naturaleza pecaminosa, yo lo pondría de otra forma: susceptible de corromper si no recibe ese tratamiento de “inoxidable” que recomienda el “fabricante”, ¿cual es ese tratamiento?; está establecido en Efesios 6:10-17, que dice: “Finalmente, dejen que el gran poder de Cristo les dé las fuerzas necesarias. Protéjanse con la armadura que Dios les ha dado, y así podrán resistir los ataques del diablo (pecado). Porque no luchamos contra gente como nosotros, sino contra espíritus malvados que actúan en el cielo. Ellos imponen su autoridad y su poder en el mundo actual. Por lo tanto, ¡protéjanse con la armadura completa! Así, cuando llegue el día malo, podrán resistir los ataques del enemigo. Y cuando hayan peleado hasta el fin, seguirán estando firmes. ¡Manténganse alerta! (velad). Que la verdad y la justicia de Dios los vistan y protejan como una armadura. Compartan la buena noticia de la paz; ¡estén siempre listos a anunciarla! Que su confianza en Dios sea como un escudo que apague las flechas encendidas que arroja el diablo. Que la salvación los proteja como un casco, y que los defienda la Palabra de Dios, que es la espada del Espíritu Santo”.

Hay quienes ven al cristianismo como un cuadro para colgar en la pared y los mensajes de la Biblia como una novela difícil de leer y mucho más de entender, ¡cuan lamentable error!, la Biblia “no vuelve loca a la gente”, como nos decían en tiempos de la escuela, ni se refiere a un Dios ausente y lejano… ¡de ninguna manera!: quienes nos empeñamos en estudiar La Palabra podemos dar testimonio que Dios está presente, con El hablamos a diario, para buscar dirección y ayuda en nuestro camino, para ser mejores personas, dignas de ser llamadas sus hijos, por supuesto no somos “inoxidables”, mucho menos perfectos, tal vez moriremos imperfectos y lleguemos a las puertas del cielo “un poco oxidados”, pero con la certeza de haber intentado, bajo su protección y amparo, cumplir con el deber de luchar para deslastrarnos de todo lo malo que se nos ha pegado tras esta pasantía por la tierra.

Algunos nos ven como extraterrestres, otros como fanáticos, lo que no saben es que el mundo sería muy distinto a esa imagen putrefacta que está a la vista, si la mayoría de los hombres cumpliesen siquiera los mandatos de “amar a Dios con todas tus fuerzas, y al prójimo como a sí mismo”. Fácil es decirlo, difícil es llevarlo a la realidad, pero.... ¿qué hay de difícil para el autor de lo visible y de lo invisible?.

Autor: Helmut Schatte Vera

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