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En auto juicio es fácil concluir en que “somos buenos chicos”. Tal juicio es tan preciso como la respuesta que da un niño a la pregunta de la madre si se bañó bien; “creo en Dios, voy a la iglesia los domingos, no he matado siquiera un ratón, no robo, no engaño a mi pareja, no envidio, contribuyo con lo que puedo con la iglesia, ¡he ganado el cielo!”¿De verdad crees que la cosa es así de simple?, lamento comunicarte que estás muy equivocado; te falta algo muy importante: controlar esa lengua.

¿Qué es lo que sale por tu boca?, hay muchos que sabiéndolo pretenden ignorarlo, Jesucristo hizo una advertencia precisa sobre que las palabras del hombre determinan su destino: “¡Generación de víboras! ¿Como podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca malas cosas. Mas yo os digo que toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.

Palabras ociosas son aquellas que se dicen con mucha prisa, esas que dan paso libre a toda la porquería que se pueda albergar en el interior. Calumniar, insultar y desprestigiar han devenido en prácticas diarias de ataque a quienes piensan distinto a nosotros, nos llegamos a sentir como dioses juzgando y condenando al prójimo con una liviandad pasmosa, se puede afirmar que hablando se hace mas daño que con un garrote.

El Apóstol Santiago nos muestra en detalle como la verdadera y real fe es puesta a prueba mediante el control de la lengua: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí; ¡cuan bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego en un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana, pero ningún hombre puede domar su lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. De una misma boca proceden bendición y maldición. ¡Hermanos míos, esto no debería ser así!”.

Esa “lengüita” nos condena expresando juicios apresurados, críticas vitriolicas, palabras hirientes y ofensivas, amenazas, injurias y mentiras, pareciera un tema intrascendente, pero ¿de veras lo es?

Pero no debemos engancharnos con los necios que pretendan hacernos caer en su trampa para que devolvamos ofensa por ofensa, grosería por grosería. Nunca olvide lo que dice Proverbios 26:4-5: “Nunca respondas a un necio de acuerdo a su necedad. Para que tú no seas también necio como él. Responde al necio como merece su necedad: para que no se estime sabio en su propia necedad”.

El hombre es esclavo de lo que habla y amo de lo que calla. Por la boca muere el pez. La próxima oportunidad que escuche a un necio, tenga compasión de él, ruegue a Dios Padre que le tenga misericordia.

Autor: Helmut Schatte Vera

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