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En la historia de la humanidad hay quienes se han destacado por sus condiciones de líderes, por desgracia no todos positivos, pues algunos condujeron a sus seguidores o a pueblos enteros hacia precipicios, como Hitler y Mussolini, otros promovieron el oscurantismo y la miseria como es el caso de Fidel Castro. Ser buen líder no es tarea fácil, conducir a toda una nación implica una gran responsabilidad, no sólo ante la historia, muy en especial ante Dios, único dueño absoluto de la verdad, la justicia, la vida y la muerte.


El cristal con que miro es el de un cristiano, ello no me permite condenar lo que veo pues acepto y reconozco el señorío del Todopoderoso y Eterno Dios, solo Él determinará en su juicio quien lo sirvió bien y quién lo sirvió mal, no obstante, el propio Jesucristo nos dio la advertencia : “no todo el que me dice Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”(Mateo 7:21).

La Biblia nos muestra muchos líderes que vivieron sus vidas en sintonía perfecta con Dios. Hoy, por las circunstancias tan especiales que vive el país, parece muy conveniente hablar de un líder judío que condujo a su pueblo hacia esa “tierra prometida”, en un mundo condenado a la destrucción por Dios (1.272 años AC), atiborrado de ritos religiosos paganos, de prácticas degradantes como los sacrificios humanos, idolatría, prostitución e inmoralidad corrupta, arraigadas en Canaán, el líder que tomó posesión y organizó a los judíos se llamaba Josué.

Faltaría espacio para hablar de todas las cualidades de Josué, pero entre los tantos atributos que tuvo, aparecen algunos que hoy parecen extinguidos entre los líderes visibles, como lo son la sabiduría, fidelidad, obediencia y en especial la fe en Dios. Josué queda retratado por un suceso bastante esclarecedor de su espíritu: habiendo llegado Moisés y el pueblo judío a Cades-barnea, ya muy próximo a Canaán, se envió un grupo de avanzada para que informaren sobre lo que encontrarían en esa tierra prometida, para el efecto designó a doce hombres, uno por cada tribu de Israel, 10 de ellos se acobardaron y rindieron un informe falso, dos de ellos: Josué y Efraín, dijeron la verdad e instaron al pueblo para seguir adelante; por ello Josué fue escogido para conducir la entrada del pueblo de Israel a esa tierra prometida recibiendo una hermosa promesa, que bien podría ser entregada hoy a un líder que tuviese su corazón, Dios le dijo: “nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas” (Josué 1: 8-9)

Pidamos a Dios Padre que ponga en cada uno de nosotros a un Josué: esforzándonos, siendo valientes y por sobre todo aprendiendo sus preceptos, guardándolos y poniéndolos por obra.

Autor: Helmut Schatte Vera

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