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Viajar con exceso de equipaje es una mala costumbre muy común, eso lo saben perfectamente los despachadores de las líneas aéreas que bregan a diario con los que cargan ropa y elementos para un mes, para un viaje de una semana.

Lograr exactitud en cuanto a equipaje no es fácil, pues siempre se piensa en imprevistos, como “¿si llueve y me mojo?, ¿y si se me derrama el café?, una fiesta inesperada, etc.”, pero el asunto es que tras terminar el viaje nos damos cuenta de que “hemos llevado a pasear un montón de ropa y objetos”, que han vuelto intactos, sin uso y habiéndonos ocasionado la triste experiencia de andarlos cargando para arriba y para abajo sin necesidad.

De igual manera los hombres vivimos nuestras vidas cargando con el sobrepeso de malos hábitos y creencias que sólo hacen que el camino sea más pesado y triste.

Hebreos 11:13 dice: “Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” y 1 Pedro en 2:11: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma”. Extranjeros de paso y peregrinos no viajan por el camino con equipaje pesado.

Hebreos 12:1 y 2 Timoteo 4:7 comparan la vida con una carrera. El autor de la carta a los Hebreos, nos insta a “despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. Lo anterior merece una reflexión más profunda; ya el autor de Hebreos y Pedro nos habían advertido sobre la batalla contra los deseos carnales cuyo peso nos hunde en el pecado sacándonos del camino, pero no solamente el pecado nos pone “pesados”; hay muchas otros “sobrepesos” que nos echamos encima, a veces sin darnos cuenta, que también lo consiguen, entre ellos está el estilo “a mi manera” que hace perder el derrotero, hasta hay una canción que grafica el estilo con la popular frase, monumento a la soberbia jactanciosa, que hace gala de haber vivido una vida “ a la propia pinta ”, como si Dios fuese un personaje ausente y extraño.

Las necesidades compulsivas de metas terrenales constituyen un elemento que desorienta al peregrino y al atleta, transformando en ídolos a “un carro nuevo, una casa nueva, un trabajo nuevo, una esposa nueva”, reduciendo la vida a una carrera loca tras una meta móvil que sólo conduce al abismo.

Podríamos hacer una lista interminable de cosas y situaciones que vamos poniendo sobre nuestros hombros y que nos hacen caminar y vivir con un sobrepeso inútil y ridículo. Allí están las culpas, la desesperanza, el temor, la tristeza, la envidia, la vergüenza, y tantas otras que podríamos mencionar, las cuales nadie puede negar que alguna vez se asumieron como carga en la vida de cualquier hombre, pero que sólo quien cree en Dios y sus promesas las puede obviar: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. (Mateo 11:28)… ¿para qué viajar entonces con sobrepeso?.

Autor: Helmut Schatte
Escrito para: Ministerio Vivo Para Cristo y Diario El Tiempo

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