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A mediados de los setenta, siendo presidente Carlos Andrés Pérez, las calles de Caracas mas parecían campos de cacería que ciudad capital, con operativos cotidianos en busca de indocumentados que huían toda vez que aparecía la “jaula”, las deportaciones estaban a la orden del día, la policía política interrogaba a los capturados inquiriéndoles sobre si eran “basura de izquierda”, en esos días murió en una cárcel de la policía política el líder de la Liga Socialista Jorge Rodríguez, se intentaba solucionar en las calles lo que entraba a chorros por las fronteras desguarnecidas o por los caminos verdes, era como sacar con balde el agua que hunde una embarcación.

En medio de esa atmósfera asistí a una reunión donde encontré refugiados de izquierda, Montoneros argentinos y Tupamaros uruguayos, con uno de estos últimos trabé conversación tras haber comentado sobre la posibilidad de bloqueo comercial a Chile, situación que lamenté pues pensaba que los bloqueos siempre afectan a los gobernados, nunca a los gobernantes, ante lo cual mi interlocutor “Tupa” tuvo respuesta inmediata: “¡No!... muy por el contrario, es necesario que el pueblo coma m….. para que aprendan”, tal afirmación no me perturbó ya que en mis tiempos de universitario tuve oportunidad de convivir con marxistas de todos los pelajes y eran muy pocos los que escapaban a ese principio de “el fin justifica los medios”, lo que para mi como cristiano nunca ha tenido validez.

Tema muy de actualidad es si procede perseguir a los distribuidores o a los fabricantes de la droga, aquel “Tupa” diría: “¡que busquen a los distribuidores! .... ¡bueno es que los imperialistas se envenen!”, siendo consecuente con eso de “el fin justifica los medios”, yo hago solo una pregunta: ¿qué pensaría usted si al llegar a casa encontrara a cualquier miembro de la familia cazando hormigas una por una?, ¿corriendo tras de hormigas que suben por la pared, tras las que se meten en rodapiés y grietas, debajo de artefactos y muebles?, el espectáculo sería como para echarse a reír o llorar… ¡no hay alternativa!, o es chiste o sencillamente quien lo hace ha perdido la cabeza, lo sensato señala que lo recomendable es localizar el hormiguero y dirigir contra él toda esa “artillería” en forma de fumigación o cebo envenenador, así se termina de erradicar de una sola vez esa invasión de invitadas espontáneas que suelen contaminar todo con su presencia, no solo lo azucarado.

Curiosamente en la vida del hombre individual suele ocurrir situación similar, se busca combatir los malos hábitos combatiendo los síntomas sin atacar la raíz del mal, se busca reemplazar costumbres sin ir al origen del problema: su interior, como si pensando de la misma forma se pudiera cambiar la forma de actuar, es en estos casos en que Satanás susurra al oído: “¡persigue a las hormigas!, ¡pierde tu tiempo en ello!, de esta manera estoy seguro que nunca me derrotaras”. He ahí la decisión trascendental: pañitos calientes o cirugía profunda, ¡siempre será mejor eliminar el hormiguero!.

Autor: Helmut Schatte

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