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Cuando llegué a Venezuela, 33 años atrás, llamó mi atención la frecuencia con la cual se invocaba a Bolívar en cada reunión ciudadana que se preciara de solemne, fuese en la Presidencia de la república o en una humilde escuela rural…. “¡caramba, qué patriotas son los venezolanos!”… ¡qué bueno! Al empezar a alternar con otras familias, me agradó esa linda costumbre de pedir la bendición, con respeto y devoción, como reconociendo que la autoridad de Dios fluía, a través de los progenitores… ¡Dios en las casas! ¡hermoso!

Luego, empecé a notar cómo los criollos miraban con indiferencia a la corrupción que florecía, sin que nadie le diera importancia, al fin y al cabo, el oro negro chorreaba riqueza hasta el nivel más bajo de la población. Era la Venezuela saudita, del ta’barato y en la que hasta el robo, era, socialmente tolerable . Los negocios se cuadraban en restaurantes, regados con mucho escocés ¡Todo era fácil! ¡como en un cuento de hadas! Nadie se preocupaba por la maleza, al fin y al cabo, las flores eran muchas y si faltaban, ¡pues se traían hasta de Holanda!

¡Craso error! el pueblo se acostumbró al facilismo y pidió, más y más, sin dar esfuerzo a cambio; cualquier hijo de vecino tenía la “modesta aspiración de ser puesto donde haiga”. La maleza proliferó y pudo mucho más que la buena semilla. La corrupción se transformó en pandemia y azotó hasta el último rincón del sector privado, popularizando la “comisión”.

La decadencia moral sentó sus reales en cada actividad económica, social y política. Vinieron los ministros de corrupción industrializada, un gobernante que vivía en estado etílico, con una amante mandando más que un ministro, después el autodidacta, que tal vez aconsejado, intentó dar un golpe de timón para corregir loqueras económicas previas, pero fue víctima de un intento de golpe de estado y defenestrado por haber incurrido en la malversación de Bs. F 200.000 (¿cifra ridícula? ridículo es el tamaño del Bolívar, tras haber sido gibarizado por la inflación). Luego, un Presidente anciano cometió errores imperdonables: hizo un gobierno de administración en circunstancias que el buque se hundía.

¿Qué pasó en realidad? pues nada más que la situación moral del país se fue a pique: cualquier ciudadano, sin la suficiente calificación, fungió de legislador, economista, planificador y hasta de Presidente ¡fondo moral!

¿Dónde quedó Bolívar y las bendiciones de Dios? ¿a cuál Dios se le pidieron bendiciones? ¿al Dios dinero? ¿al Dios sexo? ¿al demonio?, ¿a cuál progenitor se le pidió la bendición?, ¿al corrupto que cobraba? o ¿al corruptor que pagaba?. ¿ a cuál Bolívar se manoseaba? , ¿al que dio toda su fortuna por la patria?, ¿al que maldijo al soldado que volviera sus armas contra el pueblo?, ¿al Bolívar lúcido o al Bolívar en declive?

Se perdió el rumbo. No se busque otra explicación: extraviamos el camino, invocando a un Dios y a un Bolívar, hechos a la medida de cada quien. Israel hizo lo mismo y Jehová lo castigó a 40 años en el desierto ¿Cuántos nos tocarán a nosotros?

Autor: Helmut Schatte Vera

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