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No he podido apartar de mi mente lo sucedido en el campamento La Esperanza, mina San José, Chile, por el paralelismo en cómo un verdadero creyente debe ver su permanencia en esta tierra: verdadero prisionero y desterrado, que recurre a la “sonda” de luz, fe y orientación que Dios Padre nos da a través de su Palabra.

Hay, sí, algo diferente, enorme y trascendente: esos mineros tienen la ventaja de conocer este mundo real para ser confinados a uno irreal, sofocante, inhumano, desesperante y agresivo, ¿Qué pasaría si nosotros primero hubiésemos vivido en el cielo real y nos hubiesen desterrado a la tierra? Me atrevo a afirmar que todos seríamos santos.

Esos hombres tienen algo especial, cualquiera en esas condiciones se hubiera vuelto loco. La claustrofobia hubiese sobrevenido rápidamente y hasta alguno hubiese sentido la tentación del suicidio, ¡pero no!, más bien se han mantenido en una relativa normalidad, tan cerca de la normalidad, que al poco de establecer comunicaciones con la superficie, un puñado de ellos se acordaron de sus malas costumbres y empezaron a reclamar cigarrillos, les mandaron parches de nicotina para compensar la ansiedad.

Un porcentaje de ellos aceptó la situación, a otros hubo que mandarles cigarrillos, volvieron a su pecado, ¿o no es pecado hacerse daño voluntariamente metiéndose alquitrán en los pulmones? Pese a esas flaquezas, por sobre las excepciones, hay algo que los ha mantenido coherentes, la respuesta creo que está en tres de ellos, uno que canta bien y los entretiene, otro veterano de 64 años definido como “lobo de mar”, que aplica su experiencia de haber viajado como polizonte en largos viajes por mar escondido (en la parte más agresiva de un buque: la sala de máquinas), les enseñó a sobrevivir en condiciones extremas. El tercero es quien más me ha llamado la atención, es líder nato, lo que dijo me da la clave de tamaño milagro, en un video visto por CNN. Mario Sepúlveda, 39 años, 2 hijos, declaró: “Es hora de que el mundo deje de ser rencoroso porque lo que ha pasado aquí es prueba suficiente que nos demuestra que Dios existe”.

Sabias palabras que provienen de un minero rústico y rudo con escasos estudios académicos, pero con mucha sabiduría, sabiduría que solo da Dios a quien le tiene fe y se refugia en Él en medio de tempestades horribles, amenazantes y terroríficas. Creo, sin temor a equivocarme, que la clave para que esos hombres se mantengan lúcidos y esperanzados es la fe profunda en Dios Padre.

“Lo que ha pasado aquí es prueba suficiente de que Dios existe”. Solo la protección divina les permitió sobrevivir 17 días en la oscuridad de una incomunicación absoluta.

“Es hora de que el mundo deje de ser rencoroso”. Quienes han visto la muerte de cerca y han visto la mano de Dios actuar deben ver como verdaderos idiotas a quienes buscan eliminar a sus semejantes solo por pensar distinto.

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. (Salmo 23:4)

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