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Aún conservo algunas costumbres de soltero, como esa de llegar a casa, entrar a mi cuarto y prender la televisión, en esas circunstancias suelo ver fragmentos de películas en forma intermitente, entre las idas al baño y las visitas al closet, si el tema vale la pena puede ser que le ponga atención completa y dependiendo de lo avanzado de la trama es que decido terminarla de ver o no, en este caso fue precisamente el tema quien me atrapó pues aunque de ciencia ficción, planteaba el descubrimiento en una excavación arqueológica en Jerusalén, de un cuerpo que supuestamente podía ser el de Jesucristo, ¿se imaginan que tal cosa sucediese?, significaría que Cristo no resucitó; el derrumbe del cristianismo pues desaparecería el personaje central, la piedra angular sobre la cual está fundado el cristianismo.

Al parecer el guión del film y su intención estaban orientados para mostrar la miseria humana, el cómo cada quien defiende su “kiosco”, sus interés y posiciones, pasando la verdad a ser algo secundario, curiosamente venía a replantear lo acaecido el día de la resurrección de Jesús, cuando los sacerdotes judíos afirmaban que no había resucitado, que mas bien sus discípulos habían robado su cadáver, pese a la gran piedra que se puso para sellar la tumba y la guardia armada de vigilancia, conseguir los restos mortales habría constituido prueba fehaciente que Jesús era un impostor. Pese a ser un tema fantasioso no estaba lejos de la realidad actual tras 20 siglos de la resurrección, aún hoy no han cesado los intentos por destruir su figura, constituyen hechos recientes la publicación de noticias sobre la posibilidad de haber conseguido una tumba que decían “puede ser la de Cristo”, o el bochinche buscado con la película del Código Da Vinci, todos intentos infructuosos y malintencionados por destruir a la figura más importante de la historia del mundo, la de quien cambió la cronología del mundo en un antes y después de El.

Entre los diálogos, me llamó la atención una frase de un personaje que buscaba hacerse del cuerpo; un político radical que deseaba borrar a Cristo del camino pues “Cristo no tiene cabida en la política”, tal declaración, para mi es resumen definitorio y perfecto de nuestra realidad actual: Cristo no tiene lugar en casi ninguna actividad mundana, pues “estorba, es aburrido, corta nota”, etc, etc, ¿y como no lo va a ser?, si entre ladrones, corruptos, homosexuales, criminales, difamadores, pendencieros, iracundos, prepotentes, injustos, lascivos, aduladores, hechiceros, borrachos, herejes, envidiosos y libertinos, en esos ambientes la palabra de Jesucristo es “aguafiestas”.

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2: 15-17)

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